“Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos…” (Devarim 21:10). Con estas palabras comienza la parashá de esta semana, Ki Tetzé.
La guerra, a veces es una necesidad que le es impuesta al hombre o al pueblo; pero sin duda no es un objetivo según el judaísmo.
La Torá quiere y desea la paz. Maimónides, el gran Rabino y filósofo judío, escribió en su libro Mishné Torá: “El propósito de las leyes de la Torá es promover la compasión, la benevolencia y la paz en el mundo…” (Hiljot Shabat 2:3). Y en lo que respecta a nosotros, el pueblo judío, debemos agotar todos los caminos para lograr nuestras metas por medios pacíficos.
Tanto es así, que en aquel momento que debíamos conquistar la Tierra Prometida, la Torá nos ordenó: “Cuando te acerques a alguna ciudad para pelear contra ella, le ofrecerás la paz” (Devarim 20:10).
¿De qué forma debíamos ofrecer la paz? En base al Talmud Yerushalmi, Maimónides explicó: “Tres delegaciones envió Yehoshúa, el sucesor de Moshé, a los pueblos que habitaban la Tierra de Israel, antes de entrar a ella. A la primera le encomendó proclamar: ‘Aquel que quiera escapar, que escape’; la segunda debía proclamar: ‘El que quiera hacer las paces, que las haga’; y la tercera debía decir: ‘Aquel que quiera hacer la guerra, que la haga’” (Mishné Torá, Hiljot Melajim 6:5).
Aún más: según el Midrash Sifrí (sobre Devarim 20:3), antes de comenzar la lucha contra los enemigos, el pueblo de Israel debe ofrecer la paz, tres o más veces, todo el tiempo que crea que se puede evitar la guerra y la muerte innecesaria de seres humanos.
Hay quienes explican las palabras de Maimónides anteriormente citadas del siguiente modo: Las tres llamadas de atención antes de comenzar una guerra, son “contactos diplomáticos” entre el pueblo de Israel y las demás naciones. La primera llamada: “Aquel que quiera escapar, que escape”, es la primera etapa de la negociación diplomática por la paz. La segunda llamada insinúa una etapa intermedia. Y si las negociaciones no dieron resultados, entonces el pueblo de Israel estaba obligado a presentar un ultimátum: Paz o guerra.
En realidad, la legislación judía enseña que hay dos clases de guerra: La guerra obligatoria (miljémet mitzvá) y la guerra voluntaria (miljémet reshut).
En la guerra denominada “mitzvá” (obligatoria) todo el pueblo debe participar, sin excepción; incluso alguien que se acaba de casar. Sin embargo, en la guerra que es “reshut” (voluntaria), no todos están obligados a participar y colaborar.
La conquista de la Tierra de Israel a través de Yehoshúa bin Nun era una guerra obligatoria. Las guerras que libró el rey David para conquistar la zona de Aram Tzová (en la actual Siria) son conocidas como “voluntarias”, ya que su finalidad fue expansionista, para recaudar impuestos entre los pueblos de la región (Rashí).
En su código legal Mishné Torá (Hiljot Melajim, capítulo 5), Maimónides dictaminó:
“Si ante el pueblo de Israel se presenta un enemigo que viene a luchar contra él, esa guerra se encuadra en la categoría de una guerra de mitzvá. En esta clase de guerra el rey no necesitará pedir permiso al Gran Tribunal Rabínico antes de comenzar a pelear. En cambio, saldrá directamente a defender a su pueblo –que puede ser atacado por el enemigo que lo acosa–, y obligará a todos los ciudadanos a tomar parte en la lucha”.
Y continúa el Rambam: “Si extranjeros asecharan a los judíos con la intención de matarlos, los hijos de Israel los enfrentarán, y si fuera necesario profanarán incluso el Shabat. Y si viniesen a robar la cosecha en los poblados que lindan con la frontera, los enfrentarán armados”.
Además, dice el Ramá (en el Shulján Aruj, Óraj Jaím 329:6), que aun si los enemigos todavía no salieron a atacar, pero sabemos que están por salir, debemos salir a enfrentarlos con armas, incluso en el día de Shabat.
El ideal del judaísmo es lograr la paz universal, como profetiza Yeshayahu en su libro (capítulo 2):
“Y acontecerá que en los días postreros el monte de la Casa del HaShem será establecido por sobre los demás montes, y será más elevado que los collados, y afluirán a él todos los pueblos…
“Y Él juzgará entre los pueblos y reprenderá a muchos pueblos, y ellos romperán sus espadas y las convertirán en arados… y no se entrenarán más para la guerra”.