Haftará de Vayerá
Veishá ajat
Melajim II capítulo 4
La Haftará de esta semana, escogida del libro de Melajim (Reyes), relata una interesante historia que tiene como protagonistas al profeta Elishá y a la esposa de “uno de los discípulos de los profetas”, que según la Tradición era la viuda del profeta Ovadiá.
El profeta Ovadiá vivió en los días de Ajav y su esposa Izébel, los malvados reyes de Israel.
Izébel había mandado a matar a todos los profetas de Dios, pues quería que sólo quedaran con vida los falsos profetas. Pero Ovadiá alcanzó a salvar la vida de cien profetas, a quienes escondió en dos cuevas, y para alimentarlos pidió prestado dinero precisamente a Yehoram, el hijo de Ajav, que prestaba dinero con interés.
Dice la Haftará que la esposa de Ovadiá clamó a Elishá diciéndole: “¡Tu servidor, mi esposo, ha fallecido, y tú sabes que tu servidor era temeroso de HaShem; pero el acreedor ha venido para llevarse a mis dos hijos como esclavos para él!” (versículo 1). El “acreedor”, es decir, Yehoram, el hijo del rey Ajav, quería llevarse a los hijos de Ovadiá como esclavos, a causa de la deuda que no había sido saldada.
Al escuchar sus palabras, Elishá le preguntó qué podía hacer por ella. “Dime, ¿qué es lo que tienes en la casa?”, agregó el profeta. La mujer le respondió que en su casa solamente tenía una pequeña botella de aceite… Pero Elishá le ordenó que pidiera prestado a sus vecinas vasijas vacías, cerrara la puerta de su casa y comenzara a verter el aceite de esa pequeña botella en todas las vasijas vacías que tuviera… (vers. 3-4).
La mujer terminó de llenar todas las vasijas que había pedido prestado, y –sin saberlo– le pidió a su hijo que le alcanzara una vasija más, pero su hijo le respondió que no quedaba ninguna vasija vacía… Y dice el texto bíblico que en ese momento “el aceite se detuvo”, dejó de brotar aceite de aquella “pequeña” botella (vers. 6).
Cuando la mujer volvió a Elishá para contarle lo ocurrido, el profeta le dijo: “Ve, vende el aceite y paga tu deuda; y tú, y tus hijos vivan con el (dinero) sobrante” (vers. 7).