El Rab Meir Shapira de Lublín z”l, destacado líder Rabínico de su época, regresaba de una importante conferencia donde habían participado grandes jefes y eruditos Rabínicos de la generación.

Todos viajaban en el mismo tren.

En cada estación, la población judía local se reunía para ver y honrar a esos líderes y tzadikim (justos), y ellos se asomaban a las ventanas del tren para saludar a la multitud.

Todos hacían así, excepto Rabí Israel Meir Hacohén de Radín z”l –el autor de las obras Jafetz Jaim y Mishná Berurá–, que permanencia en su asiento dentro del vagón…

Rabí Meir Shapira todavía era un hombre bastante joven en comparación con el anciano Jafetz Jaim. Aun así, se acercó al sabio y le preguntó:

“¿Por qué no sales a saludar a la gente? ¡Ellos claman, desean verte!”

Le respondió el Jafetz Jaim z”l:

“¿Por qué querrían verme? ¿Acaso luzco distinto de otras personas…? Sólo desean verme porque tienen una impresión equivocada de mí…”