La cuarta seudá
Pregunta
Escuché que después de la Havdalá se acostumbra realizar una comida especial llamada Melavé malká. ¿Me podría explicar de qué se trata?
Respuesta
Después de la salida de Shabat se debe realizar una comida adicional llamada Seudá reviít, “La cuarta comida de Shabat”.
Esta comida también recibe el nombre de Melavé malká, “El acompañamiento a la Reina”, pues así como recibimos con honor al santo día de Shabat, también debemos despedirlo y “acompañarlo” con honor.
El Shulján Aruj escribió: “Siempre se debe poner la mesa a la salida de Shabat, para acompañar al Shabat; e incluso si sólo se comerá la cantidad mínima de kazait” (Óraj Jaím 300:1). Por eso es correcto colocar un mantel blanco sobre la mesa.
No es obligación realizar esta comida inmediatamente después de la Havdalá, y tampoco es obligación colocar en la mesa dos piezas de pan al realizarla.
Si es posible, lo mejor en la comida de Melavé malká es lavarse las manos y comer pan. También es correcto comer carne o algún otro platillo preparado especialmente para la ocasión. Sin embargo, si la persona no puede hacer esta seudá con pan, puede realizarla con galletas, etc., o incluso con alguna fruta.
Leemos en la Guemará (Shabat 119b) que beber o comer algo caliente a la salida del Shabat es bueno para la salud.
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El hueso de la resurrección
Tenemos un pequeño hueso en el cuello, en el extremo superior de la espina dorsal, que tiene la forma de una nuez. Es el hueso que sobresale en el cuello. En hebreo se llama “Luz”, y también se le llama “Niskoi”.
Los Sabios dijeron que dicho hueso no recibe ningún nutriente de la comida que ingerimos durante toda la semana, sino sólo de la comida que realizamos el sábado por la noche cuando terminó el Shabat, en honor al día sagrado que acaba de finalizar.
Ese hueso no se pudre en la tumba. Nunca se rompe ni se deteriora. Y permanece hasta la resurrección de los muertos.
Enseñaron nuestros Sabios, de bendita memoria (Midrash Bereshit Rabá 28:3):
Dijo Rabí Leví, en nombre de Rabí Yojanán: “En los días del diluvio se disolvieron incluso las piedras inferiores de los molinos, que son sumamente duras”. Y dijo Rabí Yehudá ben Simón, en nombre de Rabí Yojanán: “Incluso el polvo de Adam, el primer hombre, se disolvió (en el diluvio)”. Cuando Rabí Yehudá enseñó esto en la ciudad de Tzipori (Seforis), la gente no quiso aceptar sus palabras. Y dijo Rabí Yojanán, en nombre de Rabí Shimón ben Yehotzadak: “Incluso el hueso de la espina dorsal llamado luz –a partir del cual Dios hace germinar al hombre en el Futuro Venidero– se disolvió”.
Luego el Midrash cuenta que, en cierta ocasión, el emperador romano Adriano tuvo al respecto una conversación con el sabio Rabí Yehoshúa ben Jananiá.
Le preguntó el emperador: “¿Cómo Dios resucitará a los muertos en el Futuro Venidero?” (Pues el cuerpo se pudre en la tumba, y se convierte en polvo.)
El Sabio le respondió: “¡A partir del hueso luz de la espina dorsal!” (Pues no se convierte en polvo ni se disuelve.)
Le dijo el emperador: “¿Cómo lo sabes?”
Le respondió el Sabio: “Tráeme uno y te lo demostraré”.
El Midrash cuenta que pusieron ese hueso en el molino, pero no se pulverizó. Lo arrojaron al fuego, pero no se carbonizó. Lo pusieron mucho tiempo en agua, pero no se disolvió. Finalmente, lo pusieron en un yunque y comenzaron a golpearlo con un mazo, y aunque el yunque se partió y el mazo se arruinó, ¡aquel hueso quedó intacto!