Historias de la destrucción del Templo
Por Kamtzá y Bar Kamtzá se destruyó Jerusalem
En el Tratado de Guitín, nuestros Sabios relataron varias historias relacionadas con la destrucción del segundo Templo Sagrado.
Dijo Rabí Yojanán: “¿A qué se refiere el versículo que dice: ‘Bienaventurado es el hombre que teme siempre, pero el que endurezca su corazón caerá en el mal’ (Mishlé 28:14)? Se refiere a que Yerushalaim se destruyó por Kamtzá y Bar Kamtzá…”
(Kamtzá y Bar Kamtzá eran dos judíos que vivieron cuando fue destruido el segundo Templo de Jerusalem. Rabí Yojanán nos quiso enseñar que Jerusalem se destruyó por el odio gratuito e infundado, como será explicado más adelante.)
Cierta vez, un hombre que era amigo de Kamtzá y enemigo de Bar Kamtzá organizó una fiesta. Dijo a su sirviente: “Ve a invitar a Kamtzá”. El asistente fue y trajo a Bar Kamtzá (por confusión entre los nombres).
Cuando el dueño de casa lo vio, le dijo: “¡Tú eres mi enemigo, ¿qué haces aquí?! ¡Vete!”
Le contestó Bar Kamtzá: “Ya estoy aquí, permíteme quedarme (para no avergonzarme); te pagaré por lo que coma y beba”.
“¡No!”, contestó el dueño de la casa.
“¡Te pagaré la mitad de todos los gastos de la fiesta!”, le insistió Bar Kamtzá.
“¡No!”, volvió a contestarle el dueño de la casa.
“¡Te pagaré todos los gastos de la fiesta!”, insistió nuevamente Bar Kamtzá.
“¡No!”, contestó una vez más el dueño de la casa, y tomándolo del brazo lo hizo levantarse y lo llevó afuera.
Pensó Bar Kamtzá: “Los Rabinos que estaban presentes en la fiesta no le impidieron que me echara; ¡eso significa que estuvieron de acuerdo con lo que hizo! ¡Iré a delatarlos ante el rey!”
Fue a ver al (representante del) emperador y le dijo: “¡Los judíos se han rebelado contra ti!”
“¿Cómo puedo comprobarlo?”, le preguntó.
Bar Kamtzá le respondió: “Manda un animal para que lo ofrenden en el Templo, y verás si lo sacrifican”.
El (representante del) emperador mandó con Bar Kamtzá un ternero, pero en el trayecto le provocó un defecto físico (en el labio superior o en el blanco del ojo). Esas anormalidades impiden que el animal sea sacrificado en el Templo, por ser considerado defectuoso, aunque para los gentiles no se consideraba defectuoso por eso.
Los Sabios quisieron ofrendarlo, para seguir en paz con el rey. Pero Rabí Zejariá ben Abculás se opuso y les dijo: “La gente pensará que se pueden ofrecer sobre el Altar animales defectuosos”.
Entonces pensaron matar a Bar Kamtzá, para que no fuera a delatarlos. Pero Rabí Zejariá se opuso nuevamente y les dijo: “La gente pensará quien trae para ofrendar un animal defectuoso merece la pena de muerte”.
Concluyó Rabí Yojanán: “La humildad (suavidad y paciencia excesiva) de Rabí Zejariá ben Abculás provocó que nuestra Casa sea destruida, que Templo Sagrado sea quemado y que seamos expulsados de nuestra Tierra”.
(Tratado de Guitín 55b-56a)
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Al comienzo de este relato talmúdico vimos que Rabí Yojanán dijo que “Yerushalaim se destruyó por Kamtzá y Bar Kamtzá…” Pero, al final del relato, Rabí Yojanán concluyó que “la humildad de Rabí Zejariá ben Abculás provocó que nuestra Casa sea destruida, que Templo Sagrado sea quemado y que seamos expulsados de nuestra Tierra”.
Esto no es una contradicción. Varias razones provocaron la destrucción de Jerusalem y del Templo Sagrado, y el exilio de nuestro pueblo. Una de ellas es el odio gratuito, infundado.
Hay quienes explican que no sólo Bar Kamtzá fue responsable de todos esos desastres, sino también Kamtzá. Como insinuó Rabí Yojanán: “Yerushalaim se destruyó por Kamtzá y Bar Kamtzá…”
Sabiendo que era amigo del dueño de casa, Kamtzá debía haber intercedido. Todos los judíos son garantes unos por los otros. Kamtzá era amigo de todos, y tendría que haber buscado la paz entre Bar Kamtzá y el dueño de la casa, que organizó el banquete.
El sitio a Jerusalem
Al pensar que los judíos se rebelaron, el representante mandó a pedir ayuda al emperador Nerón.
Nerón llegó a Yerushalaim y quiso probar su suerte. Disparó una flecha hacia el este, y la flecha cayó en dirección a Jerusalem. Disparó otra hacia el oeste, y volvió a caer en dirección a Jerusalem. Disparó flechas hacia los cuatro puntos cardinales, y todas cayeron en dirección a Jerusalem.
Le dijo a un niño: “Dime que versículo estudiaste hoy”, y éste le respondió: “Me vengaré de Edom a través de Mi pueblo Israel…” (Yejezkel 25:14).
Entonces pensó: “¡El Santo, bendito sea, quiere destruir Su Casa, y luego ‘lavarse las manos’ (vengarse) conmigo!”
Huyó y se convirtió al judaísmo, y de él descendió Rabí Meír.
Después vino contra los judíos el emperador Vespasiano, que sitió la ciudad de Jerusalem durante tres años.
Allí había tres hombres muy ricos: Nakdimón ben Gurión, Ben Calbá Sabúa y Ben Tsitsit Hakéset.
Nakdimón ben Gurión se llamaba así porque una vez el sol brilló especialmente para él (cuando Dios le hizo un milagro para que no perdiera su fortuna). Ben Calbá Sabúa se llamaba así porque quien entraba a su casa hambriento como un perro (kéleb) salía satisfecho (sabéa). Ben Tzitzit Hakéset se llamaba así porque sus flecos (Tzitziot) se arrastraban sobre almohadas (késet), ya que jamás pisaba el piso de la calle, pues ponían delante de él almohadas para caminar. Según otros se llamaba así porque su asiento (kisé) estaba entre los hombres más distinguidos de Roma.
Uno de los tres dijo: “Yo proveeré trigo y cebada a los habitantes de Jerusalem”. Otro dijo: “Yo les proveeré vino, sal y aceite”. El tercero dijo: “Yo les suministrare leña”.
(Y los Sabios alabaron al que donó la leña más que a los demás. Pues Rab Jisdá le confiaba al sirviente todas las llaves, menos la llave del depósito de la leña, por considerarlo el más importante. Él decía: “Un depósito de trigo necesita sesenta depósitos de leña”, para hornear el trigo.)
Esos hombres ricos tenían suficiente para mantener a los habitantes de Jerusalem durante veintiún años. Pero en la ciudad había bandoleros (matones y maleantes judíos que controlaban la ciudad). Los Sabios les dijeron: “Saldremos y haremos la paz con los romanos”.
Pero los bandoleros no les permitieron y les dijeron: “Saldremos a pelear contra ellos”.
Los Sabios les dijeron: “No tendrán éxito”.
Entonces los bandoleros fueron y quemaron los depósitos de trigo y cebada (para obligar a todos a luchar), y sobrevino el hambre…
(Tratado de Guitín 56a)
El hambre arreciaba
Marta, la hija de Baitós, era una de las mujeres más ricas de Jerusalem. Ella ordenó a su sirviente: “Ve y cómprame harina fina”.
Cuando fue a buscar, se había agotado. Entonces volvió y le dijo: “No hay harina fina, pero hay harina blanca…”
“Tráeme de esa”, le dijo ella. Pero cuando fue a comprar ya se había vendido. Entonces volvió y le dijo: “Ya no hay harina blanca, pero hay salvado de trigo”.
“Tráeme”, le dijo ella. Pero cuando fue a comprar ya se había vendido. Volvió y le dijo: “Ya no hay salvado de trigo, pero hay harina de cebada”.
“Tráeme”, le dijo ella. Pero cuando fue a comprar ya se había vendido…
La mujer se había descalzado, pero igual dijo: “Iré a ver si encuentro algo para comer”. Mas al caminar por la calle se le pegó al pie un poco estiércol, y murió (de tan delicada, fina y escrupulosa que era).
Rabán Yojanán ben Zakai citó por ella el versículo: “La mujer tierna y la delicada entre ustedes, que nunca posó la planta de su pie sobre la tierra…” (Devarim 28:56).
Según otros, ella encontró y comió un higo de los de Rabí Tzadok, se enfermó (por la repugnancia) y murió.
Porque Rabí Tzadok ayunó durante cuarenta años para que Jerusalem no fuera destruida. Estaba tan flaco que cuando comía algo, se veía dentro de su cuerpo. Para fortificarlo, le llevaban higos, de los cuales succionaba el jugo y los tiraba.
Cuando ella estaba por morir, sacó todo el oro y la plata y lo arrojó a la calle. Dijo: “¡Para qué quiero esto!”
Y a esto se refiere el versículo que dice: “Arrojarán su plata en las calles…” (Yejezkel 7:19).
(Tratado de Guitín 56a)
La sangre del profeta Zejariá
La Guemará también relata un suceso que ocurrió antes de la destrucción del primer Templo Sagrado:
Dijo Rabí Jiyá bar Abín, en nombre de Rabí Yehoshúa ben Korjá:
“Un anciano de Jerusalem me contó que en este valle 2.110.000 personas fueron matadas por Nebuzaradán –el jefe del ejército de Nebujdnetzar, el rey de Babilonia–; y que en Yerushalaim mató a 940.000 sobre una roca, hasta que la sangre de ellos se juntó con la sangre de Zejariá…
Cuando Nebuzaradán llegó al Templo de Jerusalem, encontró la sangre del profeta Zejariá ben Yehoyadá, que no cesaba de hervir y agitarse sobre el piso.
“¿Qué es esto?”, preguntó.
Le contestaron: “Es la sangre de los animales sacrificados en el altar”.
Pero él trajo sangre de animales y no se parecía a esa sangre. Les dijo: “Si me dicen la verdad, bien; y si no, ordenaré que pasen peines de metal sobre la carne de sus cuerpos”.
Le dijeron: “¡Qué podemos decir! ¡Nosotros teníamos un Profeta que nos amonestaba para que dejáramos de hacer el mal, y nos levantamos y lo matamos! Desde hace muchos años (¡más de 250 años!), su sangre no deja de agitarse…”
Dijo Nebuzaradán: “Yo haré que repose”. Trajo a los Sabios del Tribunal Superior y del Tribunal Inferior, los mató sobre la sangre, pero ésta no dejaba de agitarse. Trajo jóvenes y doncellas, los mató sobre la sangre, pero ésta no dejaba de agitarse. Trajo a los niños que estudiaban Torá con sus Maestros, los mató sobre la sangre, pero no dejaba de agitarse.
Exclamó Nebuzaradán: “¡Zejariá, Zejariá, ya maté a los mejores entre ellos! ¡¿Quieres que los mate a todos?!” Y cuando dijo eso, la sangre del Profeta dejó de agitarse.
En ese momento Nabuzaradán reflexionó y se arrepintió. Dijo: “¡Así ocurre con la sangre de uno sólo que fue asesinado; Dios reclama su venganza! ¡Pero yo he asesinado a todas esas almas; con mucha más razón que mereceré un castigo!”
Huyó, envió un testamento a su familia, y se convirtió.
(Tratado de Guitín 57b)
El martirio de cuatrocientos jóvenes
La Guemará nos relata unas historia heroica de la época de la destrucción de Yerushalaim:
Ocurrió que cuatrocientos muchachos y muchachas fueron raptados por el enemigo, para ser deshonrados (mediante pecados de inmoralidad).
Cuando supieron para qué fueron secuestrados, se preguntaron: “Si nos arrojamos al mar, ¿tendremos parte en el Mundo Venidero?”
Les dijo el mayor de todos: “Está escrito: ‘Dijo el Señor: Te haré volver de Bashán, te haré volver de las profundidades del mar’ (Tehilim 68:23). Mibashán, ‘De Bashán’, quiere decir ‘del diente’ (mibá-shen). Dice Dios: Te haré volver ‘de los dientes de los leones’, te haré volver de las profundidades del mar en el cual te ahogaste”.
Cuando las jóvenes escucharon esa interpretación, de inmediato se arrojaron y cayeron al mar. Y los jóvenes con presteza siguieron su ejemplo.
(Tratado de Guitín 57b)
Siete hermanos mártires
Otra historia sobre la grandeza de los judíos en la época de la destrucción de Jerusalem:
Una madre judía y sus siete hijos sufrieron el martirio, por orden del emperador romano.
Cuando trajeron al primer hijo, le ordenaron adorar a los ídolos del imperio. Pero éste se negó, citando un versículo de la Escritura que justificaba su negativa, y los enemigos lo mataron.
Así ocurrió con los demás hijos.
El emperador temía hacer el ridículo nuevamente, y cuando llegó el turno del séptimo hijo, buscó una forma de no matarlo. Le dijo: “Arrojaré mi anillo al suelo, tú te agacharás y lo recogerás. Así dirán que aceptaste la autoridad del emperador”.
Le contestó el joven: “¡Pobre de ti, emperador! ¡Pobre de ti, emperador! ¡Si tú aprecias y cuidas tanto tu honor propio, ¡cuánto más debemos nosotros apreciar y cuidar el honor del Santo, bendito sea!”
Cuando lo estaban llevado al lugar de la ejecución, la madre suplicó y consiguió un permiso especial para despedirse de su hijo y darle un beso.
Ella dijo: “¡Ve, hijo mío! ¡Y junto con tus hermanos, díganle a Abraham el patriarca que él construyó un altar para sacrificar un hijo, pero yo erigí altares para mis siete hijos”.
Luego ella fue, subió a un techo, se arrojó de cabeza y murió.
En ese momento se oyó una Voz Celestial que dijo: “¡La madre de hijos está feliz, haleluyah!” (Tehilim 113:9).
(Tratado de Guitín 57b)