El dueño de la casa
Cierta vez, un discípulo del Maguid de Mezrich zt”l se quejó de que estaba atormentado por pensamientos pecaminosos e impuros, y no podía borrarlos de su mente. El Maguid le aconsejó que consultara el problema con Rabí Zeev Wolf de Zitomir zt”l, pues seguramente podría ayudarlo.
Aquel estudiante viajó a la casa del Rebe de Zitomir y llamó a la puerta.
Como nadie le respondió, golpeó más fuerte. Pero esta vez tampoco hubo respuesta…
Pensando que quizás al Rabí estaba en otra parte de la casa y no podía oír los golpes, caminó alrededor del edificio y golpeó las ventanas de la casa. Pero, nuevamente, sin resultado alguno…
Puesto que ya era tarde y no conocía a nadie Zitomir, el discípulo se acurrucó en la puerta de la casa y se quedó dormido.
A la madrugada, Rabí Zeev Wolf abrió la puerta, despertó al alumno y lo invitó a entrar. Después de servirle café caliente, le preguntó: “Bien, te enviaron aquí para aprender algo. ¿Lo has hecho?”
Observando la perplejidad en el rostro del joven, el Rebe explicó: “¿Ves? Yo soy el dueño de mi casa. Si no quiero que entres, tú no puedes hacerlo, por más que te esfuerces”.
(Asimismo, sólo HaShem decide cuándo la persona puede entrar a Su Casa a pura y santa, con pureza y santidad de pensamiento.)