La fiesta de Sucot
Un genio para la tzedaká
Antes de Sucot, el Rabí de Tzanz zt”l incrementaba las cantidades de tzedaká (caridad) que repartía, aun si ello implicaba que se quedara sin poder comprar ornamentos para decorar su sucá. “Los regalos para los pobres son los adornos de la sucá”, decía.
No sólo regalaba lo que poseía, sino que muchas veces hasta se endeudaba para dar tzedaká a los pobres, asegurándose de que celebraran la festividad con alegría.
Cierto año, pocos minutos antes de que se pusiera el sol y comenzará la fiesta de Sucot, llegó un mensajero del Rabí a la casa de unos de los habitantes más ricos de Tzanz. Venía a pedir un considerable préstamo de dinero para el Rabí.
El hombre mandó el dinero de inmediato, pero sintió curiosidad, ya que era tan tarde que de ninguna manera sería posible utilizar el dinero antes de Yom Tov. ¿Qué pensaba el Rabí hacer con ese dinero?
El hombre siguió al mensajero, y vio que le entregó el dinero a una familia de cuyas necesidades para Yom Tov el Rabí se había ocupado sobradamente. Entonces decidió ir a ver al Rabí para preguntarle a qué se debía esa caridad adicional.
Le respondió el Rabí de Tzanz zt”l:
¿Vas a enseñarme como dar tzedaká? Déjame enseñarte algo a ti. Sí, es cierto que le di a esa familia suficiente dinero para comprar alimentos y provisiones para el Yom Tov. Pero el jefe de esa familia está muy endeudado. ¿Y cómo podrá disfrutar el Yom Tov si sabe que al término de la festividad será acosado por los acreedores? ¿La Torá no dice que debemos alegrarnos en Yom Tov?
¿Acaso las bebidas y las comidas bastan para brindar alegría? ¿No es mi responsabilidad que esa familia tenga regocijo en la festividad?
¡Ahora que tiene dinero de reserva y sabe que al finalizar el Yom Tov podrá pagar parte de sus deudas, él y su familia podrán alegrarse en la festividad!
La Sucá y el Shabat
Rabí Shlomo Leib de Lentchna zt”l fue uno de los alumnos más importantes del Jozé de Lublín y del Yehudi Hakadosh de Pshisje zt”l.
En una oportunidad se encontró con Rabí Simja Bunim de Pshisje zt”l, y éste le comentó:
“¡Habitar en la sucá es el precepto de más importante de toda la Torá! ¿Acaso tenemos otro precepto en el cual el hombre entra con todos sus miembros, con su ropa y sus zapatos?
Le respondió Rabí Shlomo Leib:
“¡Tienes razón! Pero, según mi entender, el Shabat es una mitzvá más importante. Ya que el judío no debe realizar ninguna acción para cumplirla. De momento que entra el Shabat, el judío ya se encuentra en él y con él, sin que se dé cuenta; y hasta que el Shabat finaliza no sale de él en ningún momento”.
Algunas enseñanzas del Tratado de Sucá
- Jamás se le debe prometer a un niño algo, sin cumplir lo que se le prometió; pues de ese modo se le enseñaría a ser falso (Sucá 46b).
- Lo que el niño habla en la calle, es lo que su padre y su madre hablan en el hogar (Sucá 56b).
- Quien practica la caridad y la justicia, obra como si llenara al mundo de bondad y amor (Sucá 49b).
- El impulso del mal primero es como un transeúnte, que pasa por la calle de la persona; luego, si se le da cabida, será como un huésped; y al final se convertirá en el propietario de la casa (Sucá 52b).
Leyes de las Cuatro Especies
Este año quiero cumplir el precepto de los Arbaat haminim (las Cuatro especies) de la mejor manera posible. ¿A qué tengo que prestar atención al comprar el lulav y las demás especies?
Respuesta
Las Cuatro especies son: (a) el etrog, la cidra; (b) el lulav, la palmera; (c) el hadás, el mirto; (d) la aravá, el sauce.
Para cumplir esta preciada mitzvá necesitamos: 1 etrog, 1 lulav, 3 ramas de hadás y 2 ramas de aravá. Y cada uno debe hacer lo posible para tener su propio juego de Arbaat haminim.
He aquí algunas reglas generales para que los Arbaat haminim sean mehudarim, es decir, para que estén en el nivel más alto de kashrut.
Lulav: Las hojas del lulav deben estar cerradas, o por lo menos, las dos hojas del medio hasta su extremo superior. La rama central propiamente dicha debe tener por lo menos 32 cm de largo, sin contar la altura de las hojas que sobresalen de ella. El lulav debe ser recto y no encorvado a la derecha o a la izquierda.
Hadás: Cada rama de mirto debe tener por lo menos 24 cm de largo. En cada nudo donde crecen las hojas, hay que prestar atención a que salgan tres hojas. La parte superior del mirto no debe estar cortada.
Aravá: Cada rama de sauce debe tener por lo menos 24 cm de largo. Su parte superior no debe estar cortada.
Etrog: De las cuatro especies, la cidra es la que requiere una revisión más cuidadosa. El etrog debe estar completo: no debe faltar nada del fruto ni de la cáscara, y ésta no debe tener ningún agujero. Tampoco debe tener ningún punto negro en su tercio superior. El color de la cidra debe ser amarillo o amarillo verdoso. Y su tamaño debe ser como mínimo el de un huevo de gallina.
Sin duda, es difícil explicar por escrito estas leyes, y el hombre necesita estudiar y consultar con un Rabino todas las leyes pertinentes.
Se necesita de todos
Cuatro especies se necesitan en la fiesta de Sucot.
Dos de ellas, el lulav (la palmera) y el etrog (el cidro o citrón), dan frutos: el dátil y la cidra. Las otras dos especies, el hadás (mirto), y la aravá (el sauce), no producen frutos comestibles.
Pero las cuatro especies son indispensables para cumplir debidamente el mandamiento religioso.
Similarmente, cuando el pueblo judío implora a Dios por Su ayuda en tiempos de calamidad, tanto aquellos que estudian la Torá y observan los mandamientos como aquellos que ignoran la ley y no la observan, deben unirse en oración y ayuno para despertar la misericordia Divina.
(Tratado de Menajot 27a)
Después de Kipur viene Sucot
Después de Yom Kipur HaShem nos obsequió una vestimenta blanca. Él perdonó nuestros pecados.
Sin embargo, en una ropa blanca y pura cada mancha se nota mucho; incluso la más pequeña se ve desde lejos. Todo lashón hará que la persona pudiera llegar a hablar, aunque sea algo sin importancia, dejaría su impresión. Por eso debemos cuidar muy bien el traje que HaShem nos regaló para que quede blanco.
En un par de días comenzará Jag HaSucot, la Fiesta de las Cabañas. La sucá simboliza la temporalidad. Así realmente es nuestra vida; nadie vive eternamente.
La fiesta de Sucot se celebra en el mes de Tishré, cuando termina la época de la cosecha en el hemisferio norte, y el hombre podría enorgullecerse al ver sus graneros repletos. Justo en este momento la Tora nos ordena salir de nuestras casas, de nuestra comodidad, para tomar conciencia de los valores espirituales verdaderos.
Al habitar en la sucá debemos recordar: HaShem nos indicó dejar nuestra casa y realizar todos nuestros quehaceres en la sucá para inculcarnos la cualidad de la sumisión. HaShem nos ordenó salir de nuestra casa –símbolo de seguridad y riqueza– y habitar en una simple y precaria cabaña –la cual simboliza la humildad y la sumisión a los designios del Todopoderoso–.
Y en esta situación la Torá también nos instruye: “Te alegrarás en tu festividad” (Devarim 16:14). Pero ¿cómo podemos alegrarnos sin la comodidad de nuestro hogar? ¡Teniendo a Dios en nuestro corazón! El Arí hakadosh z”l explicó que la sucá es para nosotros como un abrazo gigante del Santo, bendito sea. La alegría es estar en la sucá envuelto en esa caricia gigante.
La sucá es llamada en el santo libro del Zóhar: Tzilá deMehemanutá, “la sombra de la Fe”. Al sentarnos en la sucá, estamos a la sombra de la Fe. Llenamos nuestra alma de Fe para todo el año.
Los judíos piadosos solían besar las paredes de la sucá al entrar y salir de ella; primero, la pared derecha, después la izquierda y por último la pared central. Esto también es una segulá para incrementar la fe y la protección Divina. En relación con el versículo: Sacota leroshí beyom nashek, “Has resguardado mi cabeza en el día de la batalla armada” (Tehilim 140:8), los Sabios explicaron que al estar a la sucá y besar sus santas paredes, la persona recibe de Dios un aseguramiento de protección para todo el año.
El autor del Pele Yoetz escribió que la sucá es como una respuesta para cualquier decreto de expulsión que pudiera recaer sobre el Israel. Al habitar en la sucá se considera como si ya hubiéramos salido al exilio. Por eso la sucá es el antídoto para exilios y destierros.
Para aquellos que aún no tienen hijos, estar en la sucá es también una segulá para ameritar tenerlos. El Arí hakadosh z”l dijo que la sucá nos proporciona un canal directo para comunicarnos con HaShem.
Entonces, pues, elevemos nuestro corazón, oremos por una buena salud, por la completa curación de todos los enfermos, por un mejor sustento y por la pronta Redención. Amén.
Algunas leyes de Sucot
- En la tarde anterior a Sucot no hay que hacer una comida con pan, para poder comer con apetito la comida festiva que se servirá por la noche en la sucá.
- Es adecuado dar mucha caridad antes de la fiesta de Sucot.
- Esta festividad se llama Sucot, “la fiesta de las Cabañas”, y al entrar a la sucá debemos recordar que Dios protegió al pueblo de Israel en el desierto mediante Sus Nubes de Gloria, que tomaron la forma de una cabaña.
- El hombre tiene la obligación de comer y dormir en la sucá durante todos los días de Sucot. También debe llevar a cabo en la sucá todas las actividades que normalmente realiza en su casa: leer, estudiar, conversar, descansar, etc.
- En la diáspora también es obligación comer y dormir en la sucá en el octavo día de la festividad, llamado Sheminí Atzéret.
Simjat Bet Hashoevá
Como la fiesta de Sucot es llamada Zemán simjatenu, “el tiempo de nuestro regocijo”, hay quienes acostumbraron reunirse en las noches de la festividad para incrementar la alegría.
Algunos acostumbran cantar los quince salmos llamados Shir Hamaalot (Tehilim 120-134), que simbolizan los quince escalones que había en el Templo Sagrado de Jerusalem sobre los cuales los levitas tocaban sus instrumentos y cantaban esas loas y alabanzas al Creador.
Esta tradición se basa en la antigua ceremonia del vertido del agua sobre el altar del Bet Hamikdash. En los días de Sucot se realizaba dos tipos de libación: una con vino, como se realizaba todo el año en el Templo Sagrado al ofrecer los sacrificios, y además había una libación adicional especial, con agua.
El Talmud dice que antes de extraer el agua cada día, en el Bet Hamikdash realizaban un gran festejo, y “quien no vio ese festejo, jamás vio en sus días qué es la alegría” (Sucá 51a).
Al terminar el primer día de Sucot, se encendían lámparas en el Templo, y toda la ciudad de Jerusalem quedaba alumbrada como si fuera de día. El festejo era realizado con temor al Cielo. Estaba acompañado con el sonido de arpas, tamborines y trompetas. Los Rabinos bailaban con antorchas encendidas que arrojaban a lo alto, y la Guemará cuenta que Rabán Shimón ben Gamliel arrojaba y tomaba sucesivamente ocho antorchas a la vez, sin que una tocara a la otra.
Nuestros Sabios dicen que al participar de ese alegre e imponente festejo, el profeta Yoná ben Amitai comenzó a recibir la profecía.
Al terminar la celebración en el Templo, los Cohanim descendían al manantial de Shilóaj, cercano a Jerusalem, acompañados de los levitas y del resto del pueblo, para extraer de allí el agua, y luego volvían al Bet Hamikdash para realizar la libación.
(Extraído del libro Los Ushpizín, invitados de honor, del Rab Iona Blickstein z”l)
Los siete Ushpizín
Los Sabios Kabalistas revelaron que en la fiesta de Sucot nos visitan Sheva Ushpizín, “Siete Huéspedes Sagrados”.
Así leemos en el Zóhar Hakadosh: “Cuando los judíos salen de sus casas y entran a la sucá en nombre del Santo, bendito sea, ameritan y reciben a la Shejiná (la Presencia Divina). Y los Siete Fieles Pastores descienden del Gan Eden (Paraíso), entran a la sucá, se convierten en los huéspedes del yehudí, y se sientan con él en su sucá”.
Los judíos no solamente reciben a estos invitados, sino también a huéspedes de carne y hueso. Al invitar a personas solas o indigentes su acción es recibida con agrado por el Altísimo.
Dicen los libros: “Todo temeroso de Dios debe procurar tener en su mesa un invitado pobre o que no tiene donde celebrar la festividad. Lo atenderá como a uno de sus parientes o amigos cercanos y le servirá las mejores comidas, honrándolo como si fuera uno de los santos patriarcas. Y si tiene la posibilidad, lo mejor es que invite a siete personas cada día. Así el Todopoderoso lo bendecirá”.
Los Siete Huéspedes son: Abraham, Itzjak, Yaacov, Moshé, Aharón, Yosef y David. Cada día de la festividad uno de ellos se convierte en el “jefe de los Huéspedes”, y los restantes lo acompañan.
La elección de los Ushpizín no fue casual en absoluto. Cada uno de ellos representa una cualidad espiritual específica, y todos en conjunto conforman una cadena llena de todos los diamantes y las perlas que el pueblo de Israel necesita para su continuidad espiritual y física-material.
Los calificativos que los Kabalistas utilizaron al referirse a los Huéspedes de la fiesta de Sucot nos enseñan con mucha claridad por qué fueron elegidos.
Es adecuado que en cada día de la festividad de Sucot la persona estudie y reflexione sobre las cualidades particulares del Huésped principal de dicho día. Es decir, en el primer día de la fiesta, sobre Abraham Avinu; en el segundo día, sobre Itzjak Avinu; en el tercer día, sobre Yaacov Avinu; y así sucesivamente.
1. Abraham, el misericordioso
La cualidad destacada de Abraham es la piedad, la misericordia. Ella deriva del gran amor por cada ser creado “a imagen de Dios”. Los Kabalistas remarcaron la suprema importancia del amor esencial, y mencionaron que su lugar “es en el quinto Cielo”, llamado el Recinto del Amor (Zóhar, Bereshit, pág. 44). Dijo el Atributo de la Bondad: “Todo el tiempo que Abraham estuvo en el mundo yo no necesité hacer mi trabajo, pues Abraham me reemplazaba” (Séfer Habahír, cap. 6).
Y por el gran amor que Abraham tenía en su interior, estuvo dispuesto a sacrificarse rezando con entrega incluso por los malvados habitantes de Sodoma. En referencia al versículo: “Así como un padre se apiada de sus hijos” (Tehilim 103:13), el Midrash dice que se refiere a Abraham, quien pidió misericordia por la gente de Sodoma (Shojer Tov 103:14).
Como es sabido, la Kabalá habla de Diez Sefirot. Estas son diez Fuerzas espirituales particulares mediante las cuales Hashem conduce el mundo, y los seres humanos deben tratar de incorporarlas a sus cualidades y atributos personales. De dichas Diez Sefirot, habitualmente se hace referencia a las últimas siete, las cuales también están relacionadas con los Siete Ushpizín de la fiesta de Sucot.
La primera Sefirá de estas siete se llama Jésed, término que literalmente se traduce como “bondad” o “benevolencia”, y está representada por Abraham Avinu. Este Atributo representa el amor ilimitado.
Abraham se relaciona con el Jésed, la bondad, porque amó a HaShem con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas. En cada detalle de la Creación él veía el amor y la bondad de Dios por los seres creados.
Abraham también intentó enseñar y transmitir este concepto a todos los seres humanos. Esto lo hizo, principalmente, por medio de la mitzvá de Hajnasat orjim, recibiendo invitados. Y lo mismo debemos tratar de hacer nosotros.
2. Itzjak, el "atado"
Esta expresión se refiere a la entrega y el sacrificio total de Itzjak Avinu. De la Akedat Itzjak, la Atadura de Itzjak, aquel conmovedor episodio en el cual Abraham fue ordenado “subir a su hijo al altar como ofrenda” nosotros aprendemos que Abraham estuvo ante una prueba de fe sin igual. Pero eso no es todo lo que aprendemos.
Nuestros Sabios enseñan que Itzjak no era un niño pequeño en aquel momento; ¡según una opinión tenía treinta y siete años de edad! Él fácilmente podría haberse negado a colaborar con su padre Abraham, y éste no hubiera podido obligarlo. Entonces, también vemos claramente la anulación completa y total de Itzjak ante Dios, y ante su padre.
Dice el Midrash que cuando Abraham quiso atar a su hijo Itzjak, éste le dijo: “Padre, yo soy joven, y temo que mi cuerpo se estremezca a causa del miedo y te provoque sufrimiento. Tal vez el cuchillo se dañe, y no te sería considerado como un sacrificio. Por eso, átame bien fuerte” (Bereshit Rabá 56:8).
Abraham extendió su mano para tomar el cuchillo y de sus ojos caían lágrimas, por la misericordia que sentía por Itzjak, las cuales entraban en los ojos de su hijo. Pero aun así su corazón sentía alegría de hacer la voluntad de su Creador.
Los Sabios Kabalistas escribieron que la Gueburá es la cualidad y el atributo de Itzjak Avinu. Gueburá significa “fortaleza”, “rigor”. Esto apunta al hecho de que Itzjak tuvo un gran autocontrol y “se dejó atar”. Pero también alude al fortalecimiento y el esfuerzo constante y riguroso que cada yehudí debe realizar en el servicio a Dios en general, a pesar de todas las ocupaciones y complicaciones que puedan aparecer en cualquier momento de su vida.
El Atributo de la Gueburá se refiere en especial al esfuerzo a realizar en el “servicio del corazón”, como fue llamada la plegaria y la oración, para que sea un verdadero servicio a HaShem.
Es sabido que Itzjak estableció el rezo de la tarde. De los tres rezos diarios, la oración de la Minjá es la más difícil de rezar, debido a que la persona se encuentra a la mitad de todas sus obligaciones y quehaceres diarios. Entonces, desocuparse y concentrarse correctamente en esta oración requiere una fortaleza y entereza espiritual singular.
El Atributo de “Itzjak, el atado” representa la santificación del Nombre de Dios y la entrega total a Él.
3. Yaacov, el íntegro
Yaacov, el más selecto de los patriarcas, ameritó recibir el adjetivo de “íntegro”, “completo”, pues “su lecho fue íntegro”: no hubo en su lecho maldad (véase Rashí en Bereshit 47:31). Yaacov tuvo doce hijos, en los cuales no hubo maldad alguna (Shabat 146a).
Este mérito, de que los hijos de la persona continúen el camino del temor al Cielo, no viene de la nada. En la educación de los hijos no hay que apoyarse en la suerte, sino invertir mucho pensamiento, y servir de ejemplo. Nuestro patriarca Yaacov amonestó a sus hijos y los reprendió, y así les enseñó el camino de la verdad; como dijeron nuestros Sabios, que aquellos que veían a las Doce Tribus podían reconocer, por la gran rectitud que tenían, que ellos eran los hijos de Yaacov (Shemot Rabá 1:1).
Yaacov abrió para sí el camino de la integridad, y de ese modo educó a sus hijos y los guio para salir a la vida.
Ya fue explicado que los libros de Kabalá, hablan de Sefirot. La primera de ellas, Jésed, está representada por Abraham Avinu: la segunda, Gueburá, está representada por Itzjak. La tercera Sefirá se llama Tiféret, término que literalmente significa “magnificencia”, “majestuosidad”. Los Sabios Kabalistas enseñan que Jésed alude al amor completo; Gueburá, al temor reverencial; y el Atributo de Tiféret representa la mezcla y la interrelación entre el amor y el temor. Asimismo, esta Sefirá alude a la combinación entre lo material y lo espiritual, y por eso se la relaciona específicamente con la sagrada Torá.
Yaacov Avinu supo aplicar y poner en práctica, en la graduación correcta y en el tiempo correcto, las fuerzas espirituales que recibió de su abuelo Abraham y de su padre Itzjak. Antes de recibir las bendiciones de Itzjak, Yaacov era alguien totalmente espiritual, estaba constantemente en las tiendas de la Torá. Después de recibir las bendiciones de su padre, las cuales implican la responsabilidad de la continuación del pueblo de Israel, Yaacov va a Jarán y se convierte en “pastor”. Esta ocupación aparenta ser totalmente física y material, pero realmente es muy espiritual también, pues para realizarla correctamente se requiere prestar atención a cada uno de los corderos y las cabras, y también se requiere tener piedad y no ser cruel con los animales.
El hombre primero debe amar a su Creador y servirlo con todo su corazón (Jésed), y además debe temer de Él, reverenciarlo y saber que Él es Todopoderoso (Gueburá). Sólo así se puede llegar luego al nivel del Atributo de Tiféret, asociando y conjugando correctamente el amor con el temor, la materia con el espíritu, el Jésed con la Gueburá. A esto se refiere el concepto de “santificar la materia”, es decir, elevar todo lo relacionado al mundo terrenal hacia el mundo del espíritu y la santidad, con el objetivo de procurar beneplácito delante de HaShem, bendito sea.
Y el camino para hacer todo eso es a través de la sagrada Torá, a la cual alude el Atributo de Yaacov Avinu: Tiféret.
4. Moshé, el pastor fiel
Moshé ameritó ser el líder del pueblo de Israel debido a que fue un fiel pastor: estaba dispuesto a dar su vida por el pueblo de Dios. Y puesto que amaba a Israel, nuestros Sabios dijeron: “Moshé es el pueblo de Israel, e Israel es Moshé” (Menajot 65a), y “esto enseña que el líder de la generación es toda la generación” (Bamidbar Rabá 19:25). Quiere decir: que equivale a toda la generación; que, de algún modo, comprende a toda la generación.).
Moshé también fue llamado “el hombre (profeta) de Dios” (Devarim 33:1). Todos sus días habló bien del pueblo de Israel (Pesiktá de Rab Kahana 31:14).
Esa cualidad del alma de entregarse al pueblo que Moshé tenía, la encontramos en el Midrash: “Dijo Moshé delante del Santo, bendito sea: ¡Señor del Mundo, que muera Moshé, y otros cien como él, pero que no ocurra nada malo en absoluto con el pueblo de Israel!” (Devarim Rabá 7:1). Y esta es la base sobre la cual debe crecer cualquier líder: debe ser incondicional para el líder el hecho de dar todo por el pueblo de Dios, sin límites y sin intereses personales.
Los Sabios Kabalistas escribieron que la cualidad y el atributo de Moshé Rabenu es Nétzaj, concepto que significa “la eternidad”, así como también “la victoria”.
Por estos atributos y cualidades Moshé ameritó ser el “fiel pastor” a través del cual Dios nos entregó la Torá. Uno de los más grandes Sabios de nuestro pueblo explicó que Moshé supo reunir, canalizar y utilizar todas las cualidades y fuerzas espirituales de nuestros santos Patriarcas Abraham, Itzjak y Yaacov. Él aprendió y tomó el Jésed, la Gueburá y el Tiféret, y le agregó a toda la dimensión de la eternidad, de la perpetuidad.
Por eso es que Moshé ameritó ser el Pastor Fiel del pueblo, que en el desierto condujo al pueblo de Israel por medio de la Torá, y lo sigue conduciendo hasta hoy en día, como escribieron nuestros Sabios.
5. Aharón, el santo Cohén
Aharón representa la santidad. Él ascendió hasta el nivel de la santidad, un nivel al cual no se accede sólo a través de la palabra o el habla. Allí se llega por medio de la acción, realizando buenas acciones, que gradualmente van elevando a la persona hasta llevarla a la santidad.
Así él se comportaba: “Le dijo Moshé a Aharón: ¡Acércate al altar!” (Vaikrá 9:7), pues Aharón tenía vergüenza y miedo de hacerlo. Le dijo Moshé: “¿Por qué tienes te avergüenzas? ¡Para esto fuiste elegido!” (Midrash Sifrá y Rashí allí en Vaikrá). Esto enseña sobre la gran humildad de Aharón (y el remordimiento que sentía porque en el pasado había tenido alguna relación con el pecado del becerro de oro).
Aharón se ataba un cinto a sus lomos y se pasaba por todas las tiendas de Israel. A todo aquel que no sabía leer el Shemá Israel ni rezar, él le enseñaba; a quien no podía adentrarse en el estudio de la Torá, él le enseñaba (Yalkut Shimoní, Taná Debé Eliahu Rabá). Él amaba la paz, amaba a las criaturas y las acercaba a la Torá (Pirké Avot 1:12). Un hombre con cualidades como estas tiene la capacidad de influir santidad en el prójimo y pasarle de su espíritu.
Dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria: “Dijo Rabí Janiná: Que venga el santo (Aharón), y entre al Santuario, y realice sacrificios delante del Santo (del Santo, bendito sea), y expíe por los santos (hijos de Israel)” (Shemot Rabá 38:8).
Según los Sabios Kabalistas, Aharón Hacohén representa el Atributo de Hod, la cualidad de “la gloria”, “el honor”, “la belleza”, “la majestuosidad”.
Aharón Hacohén fue el padre de todos los Cohanim, cuya función era y es enseñar la Torá y dedicarse al servicio de HaShem, acercando el pueblo a Dios. Primero lo hicieron en el Santuario del desierto, y luego, en el Templo Sagrado de Jerusalem.
Todos los detalles de la construcción del Mishkán, el Tabernáculo, y del Bet Hamikdash, el Templo Sagrado, manifestaban y expresaban una gran gloria y majestuosidad: ¡la Gloria y la Majestad de HaShem! Ese también era el objetivo de los lujosos ropajes especiales que el Sumo Sacerdote debía vestir al realizar el servicio de los sacrificios. Y más aún, así de esplendorosa y admirable debía ser la conducta de los Cohanim en general, y del Cohén Gadol en particular.
Así fue la conducta de Aharón Hacohén, la cual debe ser una fuente de inspiración para todos nosotros.
6. Yosef, el justo
Yosef es el ejemplo del justo; su justicia y rectitud comprendían muchas áreas en la relación entre el hombre y Dios, y entre el hombre y su prójimo.
Yosef honraba a su padre. Cuando su padre Yaacov estuvo en Egipto, Yosef jamás quiso estar a solas con él, pues si su padre le preguntaría cómo fue que llegó a Egipto y le tuviera que contar cómo sus hermanos lo vendieron, Yaacov podría llegar a maldecirlos de algún modo, y él hubiera causado que el mundo se destruyera (Pesiktá Rabatí, 3).
Yosef el justo se cuidó de cumplir lo que le había dicho el Faraón, que él sería el virrey, pero el Faraón siempre estaría sobre él. Él jamás se reveló ni violó sus juramentos (Bamidbar Rabá 14:6).
Diez asnas le envió Yosef a su padre, y nuestros Sabios dicen que eran cinco en honor a su padre y otras cinco en honor a Bilhá, su nodriza (Midrash Séjel Tov, Bereshit 45:23; por haberlo criado). Esta acción explica el significado de la palabra tzadik, “justo”: aquella persona que cumple el mandato de la Torá, que se comporta con justicia y equidad, y junto con eso tiene bondad de corazón y rectitud en todos sus caminos.
Los Sabios Kabalistas, explican que Yosef representa el Atributo de Yesod, término que literalmente se traduce como “fundamento”, “base”, “pilar”. Principalmente, este Atributo se relaciona a la conducta apropiada en todo lo referente al sexo. Yosef Hatzadik fue elegido como ejemplo de este Atributo debido a la difícil prueba que debió pasar cuando, siendo un joven siervo en una tierra extranjera, la esposa de Potifar le tendió una emboscada para provocar que pecara con ella.
La conducta ejemplar en esa área constituye la base, el pilar y el fundamento que sustenta a aquel que Hashem elige como el “justo de la generación”. Sobre ese justo el mundo se sustenta; el Tzadik es el canal mediante el cual llega a la tierra toda la bendición que Dios envía desde el Cielo.
7. David, el rey mashíaj (ungido)
David ameritó el título de “el rey ungido” (en la antigüedad se ungía a los reyes con aceite), pues poseía tres elementos: fortaleza, Torá y humildad (Midrash Shojer Tov 18:28). Él era rey, pero decía: “Dios es quien me ha coronado, no es mi mérito”. Era valeroso, pero decía: “Yo no soy poderoso”. Era rico, pero decía: “La riqueza no me pertenece”. Cuando salía a la guerra y ganaba la batalla, decía: “No gané por mi fortaleza, sino porque Dios me ayudó y me hizo ganarla” (Ibíd. 144:1). Los ojos de David siempre estaban hacia abajo, por el temor a su Señor; y cuando iba entre la gente no tenía altanería en absoluto (Zóhar, parte II, pág. 101). Estas son las características distintivas de la dinastía de David.
El rey David dijo: “Esto me llegó, pues cuidé Tus estatutos” (Tehilim 119:56). ¿Qué quiso decir? Por el mérito de cuidar Tus estatutos, esto es para mí de testimonio; la corona sobre mí da testimonio de que soy digno para el reinado. ¿Y qué testimonio aportaba la corona? Dijo Rabí Yehoshúa ben Levi: Él se la colocaba en el lugar de los tefilín, y aun así le sentaba bien en su cabeza. Pues en la cabeza hay lugar para colocarse dos tefilín; David se colocaba el tefilín y también la corona, y ambos quedaban bien asentados (Avodá Zará 44a y Rashí allí).
Esta Guemará se puede explicar simbólicamente del siguiente modo: Los tefilín representan la fe en el Dios de Israel, pues en ellos está escrita la sección del Shemá Israel, y también el cumplimiento de los preceptos, pues allí está escrita la sección Vehayá im shamóa, que habla de eso. Cuando el reinado está basado en la fe y la Torá de Israel, la corona real sienta bien sobre la cabeza del rey, y esto es el mejor testimonio de que el reinado perdurará.
Según los Sabios Kabalistas, el rey David representa el Atributo de Maljut, “el reinado”. La figura del rey debe ser un ejemplo en pequeña proporción de lo que es el Reino Celestial. Así como en la tierra hay un rey que conduce su reino, en el Cielo hay un Rey que conduce todo el Universo.
Por otro lado, otra de las funciones que el rey debe desempeñar es la de juzgar al pueblo. Asimismo, cada persona debe ser humilde y saber mirarse para considerar sus acciones y conductas en función de mejorarlas constantemente. El rey David hacía esto. Con su increíble humildad, el Midrash enseña que David muchas veces no se consideraba digno de ser llamado “rey”. Pero “cuando entre su progenie el rey David veía descendientes justos, ¡sí se señalaba como rey!” (Vaikrá Rabá 30:3).
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En verdad, los Siete Ushpizín constituyen una unidad; no se puede separar entre ellos. Todas las cualidades se reúnen y entrelazan unas con otras. Los atributos que representan los Siete Ushpizín fueron los que nos cuidaron y protegieron durante miles de años de historia, nos acompañaron e hicieron que lleguemos hasta la época que estamos viviendo. Estas cualidades conforman el presente de nuestro pueblo y establecen nuestro camino.
(Basado en el libro Los Ushpizín, invitados de honor, del Rab Iona Blickstein z”l)