Pésaj shení
Pésaj shení, “El segundo Pésaj”, cae un mes después de la festividad de Pésaj (también llamada, por oposición, Pésaj rishón, “El primer Pésaj”).
En el libro de Bamidvar, capítulo 9, la Torá cuenta que Moshé le recordó al pueblo en el desierto realizar el sacrificio de Pésaj en su tiempo debido: el 14 de Nisán por la tarde, para comerlo la noche del 15 de Nisán.
Sin embargo, algunos hombres no tenían la posibilidad de realizar el sacrificio de Pésaj, porque se encontraban en estado de impureza ritual. Ellos se acercaron a Moshé y le dijeron: “¿Por qué seremos menos que los demás?” (véase Bamidvar 9:7). ¡Querían tener parte en el sacrificio de Pésaj y todo lo que éste significaba!
Entonces Moshé fue y le preguntó a Dios, Quien le respondió que cuando alguien no pueda realizar el sacrificio de Pésaj en su tiempo adecuado –por encontrarse en estado de impureza ritual o por estar lejos del Templo–, podrá realizarlo un mes después: el 14 de Yiar por la tarde.
Y luego la Torá detalla las leyes de Pésaj shení, que en gran parte son similares a las del “Primer Pésaj”, pero con una diferencia elemental: quien realizaba el sacrificio de Pésaj el 14 de Yiar, aunque por la noche debía comerlo junto con matzá y maror (el pan ácimo y la hierba amarga), igualmente podía tener jametz en su casa.
Trabajos
En esta época no podemos ofrecer sacrificios por no tener el Templo Sagrado, y el día de Pésaj Shení no tiene una santidad especial para nosotros. Por eso, en esta fecha está permitido realizar toda clase de labores sin ninguna limitación.
La alegría y las matzot
De todos modos, hay quienes acostumbran incrementar un poco la alegría en este día ingiriendo algún alimento especial.
E incluso algunos acostumbran comer matzot en Pésaj shení, en recuerdo de las matzot que se debía comer junto con el sacrificio de Pésaj.
Algunos comen la matzá el 14 de Yiar por la tarde, cuando se realizaba el sacrificio de Pésaj shení; y otros comen matzá también por la noche, el 15 de Yiar, cuando se comía aquel sacrificio.
El Tajanún
Como el 14 de Yiar, Pésaj shení, tenía un carácter semifestivo, hoy en día la costumbre general es omitir en esta fecha la recitación del Tajanún (el pedido de perdón por los pecados). Hay que abstenerse de recitar el Tajanún en el rezo de Shajarit y en el rezo de Minjá.
Con respecto al Tajanún en la tarde anterior a Pésaj Shení (el 13 de Yiar por la tarde), hay diferentes costumbres: en las comunidades sefaraditas generalmente se omite el Tajanún, y en varias comunidades ashkenazitas se acostumbra recitarlo.
La Hilulá de Rabí Meír Baal Hanés
El 14 de Yiar tiene otra particularidad también: según la Tradición, es el día en que se celebra la Hilulá del gran Maestro de la Mishná Rabí Meír (aunque no hay ninguna fuente que indique que falleció en este día exactamente).
Rabí Meír vivió en el siglo II de esta era. Fue discípulo de Rabí Akivá, y es considerado uno de los Rabinos más ilustres de la época talmúdica.
El Taná Rabí Meír está enterrado en la ciudad de Tveriá (Tiberias).
Sus enseñanzas y pensamientos son considerados de gran importancia. De hecho, todas las enseñanzas que la Mishná no atribuye a algún Sabio en particular (“Stam Mishná”) son atribuidas a Rabí Meír.
Según una opinión, su nombre verdadero era “Nehorai” y “Meír” era sólo su sobrenombre, porque con sus explicaciones “alumbraba” (Meír) los ojos de los sabios.
Rabí Meír fue sumamente humilde y perseguidor de la paz.
Algunas máximas de Rabí Meír (en Pirké Avot 4:10):
- Sé humilde ante toda persona.
- Dedica menos tiempo a tu trabajo y más tiempo al estudio de la Torá.
- Si incrementas el tiempo que dedicas al estudio de la Torá, tu recompensa también se incrementará.
La esposa de Rabí Meír
La esposa de Rabí Meír se llamó Beruriá. Era hija del sabio Rabí Janiná ben Teradión, y fue una mujer estudiosa y virtuosa.
El Talmud (Tratado de Berajot 10a) cuenta que unos malvados eran vecinos de Rabí Meír, y le traían mucho sufrimiento. Un día, Rabí Meír decidió pedir a HaShem que se los llevara de este mundo…
Su sabia esposa Beruriá lo reprendió.
¿Qué haces? ¿Acaso piensas en el versículo que dice: Yitamu jataím min haaretz, “Que desaparezcan de la tierra los pecadores” (Tehilim 104:35)? Éste también puede entenderse así: “Que desaparezcan de la tierra los pecados”. Además, debes centrar tu atención en el final de dicho versículo, que dice: “y que ya no haya malvados”. Si desaparecen los pecados, ya no habrá más “malvados”. Por consiguiente, es mejor que ruegues por ellos, para que se arrepientan de sus acciones.
Rabí Meír oró por ellos, y se arrepintieron.
En el Tratado de Eruvín (53b-54a) se cuenta que una vez Beruriá vio a un discípulo que estudiaba en silencio y lo reprendió. Le dijo: “El versículo dice: ‘Pues un Pacto eterno Él estableció conmigo, todo bien ordenado y guardado’ (Shemuel II 23:5). Esto se refiere a la Torá, y las palabras ‘todo bien ordenado y guardado’ (arujá bakol ushmurá) enseñan que si la Torá es ordenada en todo el cuerpo (en los 248 miembros), queda guardada, se conserva; si no, no”.
Ella le quiso decir que el estudio de la Torá requiere un esfuerzo espiritual y físico a la vez. Se debe ordenar las palabras y pronunciarlas con la boca. Sólo de esa forma la Torá se convertirá en una parte indivisible de la personalidad del estudiante.
“El hacedor de milagros”
Rabí Meír es conocido como “Baal Hanés”. Al parecer, la razón es por el milagro que le fue hecho cuando quiso liberar a su cuñada de la cárcel romana.
Cuanta el Talmud, en el Tratado de Avodá Zará 18a:
Beruriá, la esposa de Rabí Meír, era hija del gran sabio Rabí Janiná ben Teradión. En una ocasión, su hermana fue apresada por los soldados romanos, y ella le pidió a Rabí Meír que intentara rescatarla. Él tomó una gran suma de dinero y fue.
Se acercó al guardia que estaba en la entrada de la cárcel y le pidió que la liberara.
El carcelero le dijo que temía, pues si el rey se enteraba, lo mataría. Entonces Rabí Meír le entregó el dinero y le dijo: “Usa la mitad para sobornar el gobernante, y quédate con la otra mitad”.
El carcelero volvió a preguntarle: “¿Y qué haré cuando se acabe el dinero?”
Rabí Meír le contestó: “Entonces di: ‘¡Dios de Meír, respóndeme!”
Le preguntó el carcelero: “¿Y cómo sé que al decir esa frase me salvaré?”
Le dijo Rabí Meír: “Ahora verás”.
Allí había unos perros que comían personas. Rabí Meír les arrojó tierra, y comenzaron a acercarse para comerlo. Dijo: “¡Dios de Meír, respóndeme!”, y se fueron. Al ver eso, el carcelero se convenció y trajo a la hija de Rabí Janiná ben Teradión.
Después de un tiempo, el Emperador escuchó que aquel carcelero había dejado en libertad a la cuñada de Rabí Meír, y ordenó que sea colgado. Y he aquí, cuando le estaban atando la soga alrededor del cuello, dijo: “¡Dios de Meír, respóndeme!”, y milagrosamente no pudieron colgarlo en la horca.
El Emperador se sorprendió mucho de lo ocurrido, le preguntó al carcelero qué había ocurrido, y éste le contó toda la historia.