El maestro ciego
En la casa de Rabí Hoshayá, el anciano, vivía un maestro ciego que daba clases a su hijo.
A la hora de la comida en la casa era costumbre llamar a la mesa también al maestro.
Cierto día, llegaron visitantes, y se olvidaron de llamar al maestro a la mesa. Al darse cuenta, Rabí Hoshayá fue al cuarto del maestro para pedirle perdón.
Respondió el maestro ciego: “Has pedido perdón a uno que es visto pero que no ve. Ojalá que Aquel que ve y no es visto escuche también tu pedido de perdón”.
(Tratado de Shekalim, capítulo 5)