El sitio destinado a reunir toda la Torá del Rab Iona Blickstein zt”l

5. Tishrei 5786

בס”ד

Parashat Beshalaj

La división del mar Rojo

Dijo HaShem a Moshé: “¿Por qué clamas a Mí? ¡Habla a los hijos de Israel, y que comiencen a marchar! Pero tú levanta tu vara y extiende tu mano sobre el mar para dividirlo, y los hijos de Israel entrarán en el mar por lo seco. Y he aquí, Yo endureceré el corazón de los egipcios y entrarán tras ellos, y seré honrado por medio del Faraón y de todo su ejército, con sus carros y sus jinetes” (Shemot 14:15-17).

Estábamos sólo unos días después de que los hebreos fueron testigos de los milagros que Dios realizó en la tierra de Egipto. Ellos fueron liberados de las cadenas de la esclavitud, y ahora llegaron a la orilla del mar Rojo, dirigidos por Moshé y Aharón.

Los egipcios los persiguieron con un gran número de caballos y con todos los carros del Faraón. Cuando los jinetes y el ejército egipcio los alcanzaron, ellos acampaban junto al mar.

La Torá nos cuenta qué ocurrió entonces: “Los hijos de Israel levantaron sus ojos, ¡y he aquí los egipcios marchaban tras ellos! Temieron mucho y clamaron los hijos de Israel a HaShem” (Shemot 14:10).

El pueblo de Israel que salió de Egipto contaba con más de seiscientos mil hombres en edad militar. ¿Cómo puede ser que un grupo tan numeroso tuviera temor de aquellos que los perseguían? ¿Por qué no tomaron la iniciativa de pelear y defender sus vidas y las de sus familiares?

El famoso interprete bíblico del siglo de oro en España, Rabí Abraham Ibn Ezra, explica:

Por muchos años los egipcios fueron por los amos de los judíos. Desde su infancia, esa generación había aprendido a vivir bajo el agobiante yugo egipcio. Ellos tenían alma de esclavos, carecían de la autoestima y el sano orgullo que poseen los hombres libres. Y, además de todo, agrega el Ibn Ezra: ellos eran débiles físicamente y desconocían el arte de la guerra.

En verdad, los Sabios del Midrash también analizaron y se refirieron a la situación de los hijos de Israel en ese momento:

“¿A qué se parecía el pueblo de Israel cuando salió de Egipto? A una paloma que, tratando de escapar de un gavilán, intentó esconderse en una pequeña grieta en la ladera de una montaña… ¡pero ahí mismo había un nido de serpientes…! La paloma no supo qué hacer. No podía meterse en esa grieta, ya que sería devorada por las serpientes; volver atrás también era peligroso, pues el gavilán la esperaba fuera. ¿Qué hizo la paloma? Empezó a gritar y a mover sus alas para que el dueño del palomar la escuchara y viniera a salvarla” (Taná DeRabí Yishmael).

Así era la situación de los hebreos en la orilla del mar: no podían entrar a las aguas, ya que todavía estaban cerradas; volver al desierto les era imposible, pues el Faraón y sus jinetes estaban muy cerca…

En ese momento que se vieron perdidos, sin esperanza, “Moshé extendió su mano sobre el mar, y HaShem llevó las aguas del mar mediante un fuerte viento solano que sopló toda la noche, secó el mar, y las aguas fueron divididas. Los hijos de Israel entraron al mar por lo seco, y las aguas fueron para ellos como un muro a su derecha y a su Izquierda” (Shemot 14:21-22).

¿Y los egipcios?

“En la madrugada ocurrió que HaShem se dirigió hacia el campamento de los egipcios con la columna de fuego y la nube, y desconcertó al campamento de los egipcios…” (Shemot 14:24). “Dijo HaShem a Moshé: ¡Extiende tu mano sobre el mar, y que las aguas se tornen sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre su jinetes! […] Y los egipcios huían hacia ellas, y HaShem sacudió a los egipcios dentro del mar. Las aguas regresaron y cubrieron los carros, los jinetes, y a todo el ejército del Faraón que entró al mar tras ellos; no quedó de ellos ni uno” (Shemot 14:26-28).