Abraham entregó a su siervo Eliézer un documento en el cual certificaba que legaba todos sus bienes a su hijo Itzjak. El siervo tomó el documento, preparó diez camellos cargados de valiosos regalos, y se encaminó hacia Aram Naharaim (la Mesopotamia asiática).
Al atardecer, Eliézer llega allí, hace sentar a los camellos cerca de un pozo de agua, y reza: “¡HaShem, Dios de mi señor Abraham, ayúdame por favor a encontrar a la muchacha adecuada para Itzjak! ¡Que se una mujer digna para él, que tenga buenas cualidades y merezca formar parte de la casa de Abraham! He de poner a prueba a una de las jóvenes que venga a sacar agua del pozo: le pediré que me dé agua, y si me responde: ‘Bebe, y también daré agua a tus camellos’, sabré que ella es bondadosa y será para mí una señal de que es la destinada por Ti como esposa para Itzjak” (véase Bereshit 24:12-14).
Eliezer miró a las jóvenes que sacaban agua del pozo y notó que una de ellas no tenía necesidad de poner su balde dentro del pozo, sino que el agua subía hacia ella. Era Rivká, la hija de Betuel, hijo de Milká, esposa de Najor, el hermano de Abraham.
Al ver que las aguas del pozo subían al encuentro de Rivká, Eliézer quiso hacerle la prueba para ver si ella realmente era bondadosa (véase el ver versículo 17 y el comentario de Rashí).
Pero aquí se nos despierta una pregunta: ¿Por qué Eliézer quiso probar a Rivká, si del Cielo ya le mostraron mediante el agua que subió que ella era una tzadéket, una joven justa?
La respuesta es que la Tora es una guía para nosotros, un libro de leyes y conductas adecuadas. ¡Y aquí nos quiere enseñar que no bastan “los milagros”!
El hecho de que las aguas subieran y fueran hacia Rivká, aparentemente fue “un milagro”, es decir, un hecho que trasciende los límites naturales habituales. Pero, por otro lado, puede que por casualidad hayan subido las aguas, o por un viento fuerte que hubo en ese momento. O tal vez eso fue el resultado de alguna brujería, o puede que las aguas subieron por el mérito de sus padres y no por el suyo propio.
El pueblo de Israel no cree en la Tora por haber presenciado grandes milagros, sino porque escuchó los Diez Mandamientos en el monte Sinai y dijo “¡Haremos y escucharemos!”
Nosotros somos examinados sólo a través de nuestras acciones, nuestros hechos son los que prueban nuestra dignidad personal.
Leemos en la Hagadá de Pésaj:
“Dijo Rabí Elazar Ben Azariá: He aquí, tengo como setenta años y nunca tuve el mérito de demostrar que se debe recordar la salida de Egipto por las noches, hasta que lo enseñó Ben Zomá. Como está escrito: …Para que recuerdes el día que saliste de la tierra de Egipto todos los días de tu vida (Devarim 16:3). Los días de tu vida significa ‘durante el día’; “todos” los días de tu vida se refiere a las noches. Mas los sabios dicen: Los días de tu vida significa ‘en este mundo’; “todos” los días de tu vida incluye los días del Mashíaj también”.
El sabio Rabí Elazar ben Azaría tenía dieciocho años de edad, y debido a su grandeza en la Torá le ofrecieron el puesto del Nasí, el Jefe del Sanhedrín, la Corte Rabínica más importante. Su esposa le dijo: “Tu barba es negra”, como diciendo que aún era muy joven para ocupar ese puesto tan digno y honorable. Pero a Rabí Elazar ben Azaría se le hizo un milagro y su barba emblanqueció de repente. Por eso él dijo: “Tengo como setenta años”; tengo dieciocho años, pero parezco de setenta…
¿Por qué mencionó ese detalle en medio de una discusión legal? Para decirnos que en el Cielo estuvieron de acuerdo en que él fuera nombrado Jefe del Sanhedrín. No obstante, aun así, cuando quiso que los demás Sabios aceptaran su opinión, no tuvo éxito. Ellos no estuvieron de acuerdo con él, hasta que vino el sabio Ben Zomá y explicó el asunto en base al versículo de Devarim 16:3. (Y los demás Sabios agregaron que dicho versículo nos enseña que también en los días del Mashíaj continuaremos recordando la salida de Egipto.)
Los milagros no influyen sobre los Jajamim.
Algo parecido encontramos también en el tratado de Babá Metziá 59b. Allí la Guemará cuenta que Rabí Eliézer hizo toda clase de milagros tratando de convencer a los demás Sabios de que aceptaran su opinión halájica:
Ese día Rabí Eliézer presentó todos los argumentos del mundo, pero no fueron aceptados. “¡Que este algarrobo pruebe si la ley coincide con mi opinión!”, exclamó Rabí Eliézer. El algarrobo se movió cien codos (50 m aprox.) de su sitio, pero los demás Sabios le contestaron: “No se puede presentar un algarrobo como prueba”. Entonces Rabí Eliezer hizo varios milagros más, e incluso una Voz Celestial salió y proclamó: “¿Por qué discuten con Rabí Eliézer? ¿No ven que en la ley coincide con él?”
Pero Rabí Yehoshúa se puso de pie y exclamó: “¡La Torá ahora no está en el Cielo! (Devarim 30:12) ¡Pues una vez que nos fue dada la Torá en el monte Sinai, no debemos prestar atención a una ‘Voz Celestial’! ¡Así está escrito: ‘Hay que seguir a la mayoría’! (Shemot 23:2)”.
Y realmente en aquel asunto la ley no fue fijada según la opinión de Rabí Eliézer.
Volviendo a nuestra parashá: Aun después de ver el milagro del agua, Eliézer, el siervo de Abraham, entendió que Rivká igualmente debía pasar la prueba del jésed. Entonces corrió hacia ella y le dijo: “Por favor, dame de beber un poco de agua de tu cántaro”. Rivká le dio de beber, y después de que Eliézer sació su sed, la joven le dijo: “Ahora también daré a tus camellos toda el agua que necesiten”. Y corrió varias veces al pozo para llenar su cántaro y dar de beber a los diez camellos que Eliézer había traído (Bereshit 24:18-20).
El siervo de Abraham quedó asombrado al ver la noble acción de Rivká, y vio que sus oraciones fueron escuchadas y se iban convirtiendo en realidad.
Dios le había mandado la esposa adecuada para Itzjak, llena de bondad en su corazón.