Ese día era el 6 de Siván. (Años más tarde, esa misma fecha fue el día en que recibimos la Torá, por lo que se convirtió en la fiesta de Shavuot).
Moshé había nacido el 7 de Adar. Habían pasado tres meses desde entonces (Nisán, Yiar, Siván).
Cuando Miriam colocó a su hermano en la ribera del río, los astrólogos le anunciaron al Faraón: “¡Ya desapareció el salvador de Israel!”, y en ese momento el Faraón abolió el cruel decreto de arrojar a los niños varones al Nilo.
Ese día Dios dio al sol más fuerza que de costumbre. Como el día fue muy caluroso, todos los habitantes de Egipto salieron a las orillas del río Nilo para refrescarse con sus aguas. También Batiá (Bitiá), la hija del Faraón, salió al río acompañada por sus doncellas y asistentas para bañarse en el río.
Miriam permanecía cerca de su pequeño hermano, cuando vio a la princesa y le escuchó decir: “¿Qué será eso que veo flotar entre los juncos?” Luego la escuchó ordenar: “¡Tráiganme esa cesta!”
Una de sus doncellas fue y le trajo la cesta. Al abrirla, la princesa vio al niño, y un gran resplandor obnubiló su vista. Era la Luz de la Divinidad, que acompañó al niño durante toda su vida. Dios ordenó al ángel Gabriel que le diera una palmada al niño, para que comenzara a llorar con toda su fuerza. La princesa se apiadó de él.
“¡Este es un niño de los hebreos!”, dijo.
¿Cómo sabía que era hebreo? Ella lo revisó y vio que estaba circuncidado.
La hija del Faraón lo llevó a muchas nodrizas egipcias, pero el niño no quiso mamar de ellas. Estaba destinado a hablar con el Santo, bendito sea, y no podía comer la leche de una mujer no judía.
Miriam se acercó a la princesa y le dijo: “¿Quiere usted que le traiga una nodriza judía?” La princesa asintió, y Miriam regresó a su casa para traer a su madre. La hija del Faraón le dijo: “Lleva este niño y amamántalo, yo te daré tu salario”.
Batía lo llamó “Moshé”, que significa: “De las aguas lo saqué”.
Pero Moshé tuvo muchos nombres más.
Amram, su padre, lo llamó “Jaber” –que tiene la connotación de “unir”, “juntar”– pues por su causa Amram se unió nuevamente a su esposa Yojébed; y también, porque su hijo sería el agente que mediaría en la unión entre Dios y el pueblo de Israel.
Su madre lo llamó “Yekutiel”, nombre que se relaciona con la esperanza. Ella dijo: “Tuve esperanza en Dios, y Él me devolvió a mi esposo, y éste niño nació de mi vientre”.
Su hermana Miriam lo llamó “Tob”, “Tubiá”, y también “Yéred”. El sentido de este último nombre es “bajar”, “descender”. Pues ella bajó al río por causa de Moshé (para observarlo), y porque él bajaría la Torá del Cielo para darla al pueblo de Israel, y porque gracias al mérito de su hermano caería el maná en el desierto.
Su hermano Aharón lo llamó “Abí Zanóaj”, pues dijo: “Mi padre había dejado (abí zanaj) a mi madre, y por él volvió a ella”; y además, porque su hermano hará que el pueblo de Israel abandone la idolatría y que Dios olvide sus pecados.
Su abuelo Kehat lo llamó “Abigdor”, porque por su mérito Dios frenó (gadar) el decreto del Faraón de arrojar los niños al Nilo. Y los hijos de Israel lo llamaron “Shemayá ben Netanel”, porque en sus días Dios escuchó (shamá El) la voz de Su pueblo.
Pero nosotros conocemos más al Salvador de Israel por el nombre que le dio la hija del Faraón: “Moshé”, que significa “sacado del agua”. Éste es el único nombre que figura explícitamente en los cinco libros de la Torá.
Le dijo Dios a la princesa: “Aunque Moshé no es tu hijo, te comportaste con él como si lo fuera; por eso te llamaré ‘Batía’ (Bitiá) –la hija de Dios–”. Y como recompensa, ella entró en vida al Gan Eden (el Paraíso).