Uno de los enigmas indescifrables para el ser humano es la razón de los sufrimientos.
El hombre no tiene respuesta, pero la Torá se la da. Así leemos: “En tu angustia, cuando te sobrevengan todas estas cosas… retornarás al Eterno, tu Dios, y escucharás Su voz” (Devarim 4:30).
El sufrimiento conduce a la constricción, ayuda al ser humano a retornar a Dios y a las fuentes.
Los Sabios de la Kabalá precisaron que si alguien sufre enfermedad y dolor en uno de los miembros de su cuerpo, eso es una señal de que necesita un tikún (“un arreglo”, “una reparación”). Hay un significado en el dolor. El sufrimiento es la consecuencia de algún pecado que en el pasado la persona realizó con la parte del cuerpo que le duele.
En las parashot de Tazría y Metzorá estudiamos sobre los negaím, las “afecciones” o “llagas” que podían llegar a dañar o deteriorar las paredes de las casas, la ropa o la propia carne de los judíos.
Los negaím tenían como objetivo despertar al ser humano, para que revise sus actos, para que verifique, busque y reconozca sus errores. Así afirmó Rabí Yojanán: “Los negaím vienen como castigo por diferentes pecados: por el lashón hará (la difamación), por el derramamiento de sangre, etc.” (Tratado de Arajín 15a).
Rabí Moshé ben Maimón, el Rambam z”l, escribió que los negaím aparecían solamente en la Tierra de Israel, que es “la parcela de Dios”. No porque éstos dependan de un lugar específico, sino porque el concepto de estas enfermedades o llagas, sus razones y consecuencias, únicamente pueden darse en la Tierra elegida, en la Tierra donde Dios reside.
En otras palabras: Estas enfermedades o llagas no eran eventos naturales. No eran la consecuencia de otras enfermedades, de un exceso de humedad en el aire, o de un estado de putrefacción en la carne, las ropas o las piedras de las casas. Los negaím eran una demostración de la clemencia y la misericordia del Creador con Sus temerosos.
Cuando el pueblo de Israel en conjunto era temeroso de Dios y cumplía todos los preceptos, se encontraba en un nivel superior al nivel básico de la naturaleza. ¡Estaba muy cerca del Eterno! Por eso, si ocurría que algún judío comenzaba a desviarse del camino correcto, Dios lo cuidaba mediante una Providencia Particular Superior. Dios lo cuidaba en forma milagrosa, y le hacía saber su pecado por medio de señales en su cuerpo, en sus ropas o en su casa. Así podía reaccionar a tiempo y retornar a Dios y a la Torá.
Esa cercanía espiritual sólo es posible en la Tierra Sagrada, que fue entregada al pueblo santo.
Únicamente en Éretz Israel se revela con toda la intensidad el amor de Dios a Su pueblo. En ese santo lugar Él llama a los judíos a santificarse, a ser aptos para subir al Monte de Dios y permanecer allí por siempre.