El sitio destinado a reunir toda la Torá del Rab Iona Blickstein zt”l

5. Tishrei 5786

בס”ד

Parashat Vayejí

¿Por qué razón llamamos a Yosef “el tzadik, el justo”?

En varios lugares de la literatura Rabínica, vemos que Yosef es llamado “Yosef hatzadik – el justo”. ¿Por qué razón?

A simple vista, la razón principal es por la fortaleza de espíritu y el gran autocontrol que Yosef demostró al no sucumbir ante las seducciones y los pedidos reiterados de la esposa de su amo Potifar (Abot de Rabí Natán y Tratado de Yomá, capítulo 3). 

Sin embargo, algunos autores escribieron que, al parecer, esa no es la única razón por la que Yosef ameritó ser llamado “el tzadik – el justo”.

En la Torá misma, vemos otra gran particularidad que distinguió a Yosef: su gran amor por Éretz Israel.

Recordemos: Cuando Yosef estuvo en la prisión egipcia y le interpretó para bien el sueño al encargado de la bebida del Rey, inmediatamente después le expresó su sufrimiento; no específicamente por haber sido apartado de la casa de su padre, sino por haber sido alejado de la Tierra de Israel, como dijo el versículo: “Pues fui robado de la tierra de los hebreos” (Bereshit 40:15).

¡Su gran sueño era regresar a Éretz Israel! Yosef sufría por estar lejos de la Tierra Prometida, de la Tierra Sagrada!

También en parashat Miketz descubrimos que el amor de Yosef Hatzadik por la tierra de Israel parecería ser más grande –o por lo menos, no más pequeño– que el amor por la casa de su querido padre Yaacov:

Yosef, el gran Virrey de Egipto, que vivía con toda la riqueza y los honores, llamó “Menashé” a su hijo primogénito. La Torá dice que la razón es “porque Dios me hizo olvidar todo mi sufrimiento y toda la casa de su padre”. Pero, aun así, a su segundo hijo llamó “Efraim”. ¿Por qué? “Porque Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción” (Bereshit 41:51-52).

Aunque Yosef era de hecho el rey en aquel país rico y confortable, aún lo consideraba “una tierra de aflicción”.

Volvamos a nuestra ParasháVayejí. Vemos que al final de sus días, Yosef les rogó a sus hermanos encarecidamente que lo regresaran a la Tierra Prometida después de su muerte:

“Dijo Yosef a sus hermanos: Yo moriré, mas Dios los recordará a ustedes, y los hará ascender de esta tierra a la Tierra que juró a Abraham, Itzjak y Yaacov. E hizo jurar Yosef a los hijos de Israel, diciendo: Cuando Dios los recuerde (y sean redimidos), harán ascender (sacarán) mis huesos de aquí” (Bereshit 50:24-25).

Yosef Hatzadik pide ser enterrado en su Tierra Patria, y con ese pedido finaliza el primer libro de la Torá, Bereshit.

De este modo Yosef “el justo” continuó el camino y la enseñanza de su padre Yaacov, que también pidió ser enterrado en la Tierra Sagrada (Bereshit 47:29). Yosef comprendió claramente que sólo en la Tierra de Israel se encuentra el mejor futuro para los descendientes de Abraham, Itzjak y Yaacov. Y si no es posible regresar en vida, ¡por lo menos después de la muerte!

A raíz de este último relato de nuestra parashá, surge una pregunta: ¿Por qué la Torá no menciona también el fallecimiento y el entierro de los hermanos de Yosef? ¿Acaso sus restos no fueron llevados también a la Tierra de Israel?

La lógica indica que ellos también hicieron el mismo pedido a sus descendientes, y así realmente nos ha sido enseñado a través de la Tradición de nuestros Sabios. Los Midrashim incluso detallan donde están enterrados todos los hijos de Yaacov en la Tierra Sagrada.

Sin embargo, ¿por qué la Torá no escribió esto expresamente?

Tal vez la respuesta es que es algo que se sobreentiende. Pues “las acciones de los ancestros son una señal para sus descendientes”. Y así como Yaacov fue llevado por sus doce hijos desde Egipto al lugar de su entierro en la Tierra de Israel, también los hijos de sus hijos se comportaron del mismo modo con sus padres, los hijos de Yaacov.

No obstante, nos queda una pregunta: Si esto está sobreentendido respecto de los demás hermanos, ¿por qué razón Yosef Hatzadik sí ameritó que su pedido figure expresamente en el texto bíblico?

Podríamos decir que lo que parece ser claro con respecto a sus hermanos, podría ser dudoso con respecto a Yosef. ¿Por qué?

La riqueza y la posición especial que ostentaba Yosef podrían haberlo “invitado” a quedarse y ser enterrado en el panteón de los Faraones y los nobles en Egipto. Aquella tierra era el centro “cultural” y económico de esos tiempos, y allí le podrían organizar un entierro según todos los cánones imperiales y con la participación de representantes de todas naciones del mundo. Todos los reyes pasarían delante de su féretro, rindiendo honores “al salvador de Egipto y del mundo entero”. ¡E incluso podrían llegar a eternizar su nombre mediante la construcción de una gran pirámide –maravilla del mundo– como monumento funerario, quedando su vida y su recuerdo como un capítulo esencial en la historia del mundo!

Pero no fue así, porque Yosef no quiso eso.

La Torá atestigua que Yosef fue tzadik en vida y también en su muerte.

Antes de morir, el gran Virrey egipcio enseñó que la riqueza y los honores son falsos, que son mentira y engaño, que sólo constituyen un pequeño y efímero destello dentro de la oscura y amarga diáspora.

¡La gran esperanza, el buen futuro, la abundancia verdadera, solamente puede ser realidad en Éretz Israel!