Rabí Yaacov Krantz, el Maguid de Duvna, tenía puntos de referencia para analizar la conducta de los personajes bíblicos que aparecen en las secciones semanales de la Torá.
Él decía que de cada una de esas grandes personalidades podemos aprender cuán importante es apegarse a los actos justos y alejarse de la maldad.
En parashat Bereshit vemos cómo Adam y Javá se comportaron frente a la serpiente. En parashat Nóaj, figura el relato de Nóaj –“el justo varón”– frente a los malvados de su generación, y también se cuenta sobre la generación de la Torre de Babel.
En Lej Lejá: Abraham Avinu lucha contra los cuatro reyes. En Vayerá aprendemos sobre la hospitalidad y la bondad de Abraham, a diferencia de la actitud de los habitantes de Sodoma y Gomorra. Jayé Sará nos presenta a Eliezer, el siervo y alumno de Abraham, que transmitía sus enseñanzas, en contraste con la maldad de Yishmael.
Toldot y Vayetzé: Yaacov y Esav, dos mundos completamente diferentes; Yaacov era el modelo de hombre justo; Esav era todo lo opuesto.
Vaishlaj: Los descendientes de Yaacov comienzan a gestarse como pueblo en la Tierra de Israel, a la sombra de Esav y su descendencia.
Y cuando el Maguid de Duvna llegaba a nuestra parashá, Vayéshev, decía con tristeza: “No tengo nada que decir… ¿Acaso hablaré sobre la pelea entre hermanos y la venta de Yosef?
El silencio del Rabino era su mejor enseñanza, porque no hay cosa más terrible que las peleas entre hermanos.
Su silencio nos recuerda que, como padres, no debemos privilegiar y dar preferencia a un hijo más que a otro.
El problema no comenzó cuando los hermanos vendieron a Yosef a los ismaelitas. Todo comenzó antes, cuando ellos “no podían hablarle pacíficamente” (Bereshit 37:4). Dice el Or HaJaím Hakadosh en su comentario, que en el corazón de los hermanos había odio y envidia, se cerraron los pórticos del amor; y entonces juzgaban para mal todo lo que Yosef hacía o decía.
Yosef finalmente fue vendido en Egipto como esclavo, y luego fue puesto en la cárcel debido a una falacia en su contra.
Ya diez años estaba Yosef en el calabozo. Entonces le dijo al encargado de la bebida del Faraón, que también se encontraba con él allí: “Hazme un favor, por la buena interpretación que le di a tu sueño. Cuando el Faraón te libere, habla con él para que me libere también”. Aquel egipcio se olvidó de Yosef, pero Dios no lo olvidó, y dos años más tarde se convirtió en el Virrey del Faraón.
Veintidós años estuvo Yosef en Egipto. Su padre no supo qué pasaba con él.
Pregunta el autor del Sefat Emet: ¿por qué Dios no le reveló a Yaacov que su hijo no estaba muerto, que era un esclavo y se encontraba en la cárcel? Hacerlo no hubiera cambiado nada en el curso del relato. Yosef continuaría en Egipto, Yaacov y sus hijos viajarían a Egipto, y la historia seguiría su curso. ¿Por qué hacer sufrir tanto a Yaacov?
La respuesta es terrible: Porque HaShem sabe que para un padre es mejor pensar que su hijo está muerto, y no que está cautivo, en prisión.
Durante esos veintidós años, día tras día, Yaacov lloraba. No sabía por qué. Sus entrañas se cerraban cada vez más cuando recordaba la última conversación que tuvo con Yosef: “Por favor ve y fíjate si tus hermanos y el ganado están bien, y vuelve a traerme la respuesta” (Bereshit 37:15). “¡Aquí voy!”, había dicho Yosef, de inmediato.
Yaacov no dejaba de lamentarse. “¿Por qué le dije que fuera?”
Pero Yosef no estaba muerto, y por eso Yaacov no dejaba de recordarlo. ¡El corazón se niega a olvidar a alguien que está con vida!
“El encargado de la bebida del Faraón no recordó a Yosef” (Bereshit 40:23). Dice el Midrash: “Él se olvidó. Pero Dios no lo olvidó”.
Continúa el Midrash (Bereshit Rabá):
¿Quién esperaba que Abraham y Sara, siendo ya ancianos, tuvieran un hijo? ¿Quién esperaba que Yaacov, que cruzó el Yardén sólo con un bastón en su mano, se volviera rico y poderoso?
¿Quién esperaba que Yosef, que pasó por tantas desgracias, fuera Rey?
¿Quién esperaba que Moshé, que fue arrojado al Nilo, fuera el líder de Israel?
¿Quién esperaba que de Rut, que se había convertido al judaísmo, saliera toda la dinastía del rey David? ¿Y quién esperaba que David y sus descendientes ocuparan el Trono de Israel hasta el final de las generaciones?
¿Quién esperaba que el rey Yehoyajín (del linaje de David) fuera liberado de la cárcel en Babilonia?
¿Quién espera que la “Cabaña de David” que ha caído, sea levantada por el Santo, bendito sea?
Dios no se olvidó.
Por las cosas que la gente se cansó de esperar, Dios todavía espera. ¡Y si Él espera, al final, las veremos!
Todos estamos esperando, todo el tiempo.
Dios nos prometió: ¡Hay recompensa por la espera!