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5. Tishrei 5786

בס”ד

¿Por qué seremos menos?

Dice en Parashat Behaalotejá: “Y había unos hombres que estaban impuros ritualmente por haber estado en contacto con un cadáver humano, y no pudieron realizar el sacrificio de Pésaj en el tiempo adecuado… Y se acercaron a Moshé… Y le dijeron esos hombres a él… ‘¿Por qué seremos menos?’” (Bamidvar 9:6-7).

Rabí Guedaliá Shor zt”l, el autor del libro Or Guedaliahu, dice que no entiende la pregunta de esos hombres. ¿Acaso no sabían que alguien que está impuro ritualmente está exento de hacer el sacrificio de Pésaj?

Para responder, el Rab Shor cita una sección del Zóhar que relata el caso de un “yanuká”, un niño especialmente estudioso, justo y santo. Ese yanuká encontró a unos Tanaím (Maestros de la época talmúdica) que volvían de cumplir un precepto, y les dijo que ese día no habían recibido sobre ellos “el Yugo del Reinado Celestial”, pues no habían cumplido la mitzvá del Keriat Shemá (la lectura del Shemá Israel). Ellos le respondieron que tenía razón, pero se justificaron diciendo que estaban exentos de leer el Shemá, ya que estuvieron dedicados a cumplir otra mitzvá.

De esta historia, el Rabí Guedaliá Shor z”l aprende un importante principio en la conducta de los grandes hombres:

La regla halájica general realmente indica que “quien está dedicado al cumplimiento de un precepto, está exento mientras tanto de cumplir cualquier otro precepto”. Es decir que esos Maestros no infringieron ninguna ley al no leer el Shemá. Sin embargo, el Zóhar nos enseña que aunque esos Maestros estaban exentos de la mitzvá, aquel niño reconoció en sus rostros esa “falta”, esa “carencia”.

Podemos preguntarnos: ¿qué sucedió con ellos? La respuesta es que si el Todopoderoso –la Causa de todas las causas– hizo que estuvieran exentos de cumplir la mitzvá del Shemá, eso es una señal de que encontró en ellos algún “defecto” o “error” sutil, alguna “infracción” absolutamente leve –tal vez imperceptible para la mayoría de las personas– que hizo que merecieran perder el mérito de cumplir la mitzvá del Shemá Israel. ¡Eso fue lo que supo el yanuká, aquel niño agraciado con una percepción sobrenatural, cuando miró los rostros de aquellos Maestros y profundizó su visión!

Y esta misma enseñanza podemos encontrar en la Parashat Behaalotejá. Según una opinión, esos hombres que estaban impuros por haber entrado en contacto con un cadáver eran Mishael y Eltzafán, que sacaron los cuerpos de Nadav y Abihú del Tabernáculo.

Mishael y Eltzafán eran hombres justos y honorables. Al ver que no podrían realizar el sacrificio de Pésaj como todo el pueblo, entendieron que de algún modo fueron “rechazados”. Ellos comprendieron que por alguna razón Dios encausó los hechos de tal manera que fueran ellos –y no otros– quienes no ofrendarían el sacrificio de Pésaj en su tiempo adecuado.

Su primera reacción fue analizar sus actos y ver qué mal hicieron, en qué pecaron. Pero después de realizar un análisis profundo y minucioso y no encontrar nada, ellos se apersonaron ante Moshé y le preguntaron: “¿Por qué se nos quiere privar del mérito y el privilegio de ofrecer el sacrificio de Pésaj? ¿Cuál es nuestro defecto? ¿Por qué razón fuimos rechazados en el cumplimiento de este precepto?”