Todo el tiempo que la vela arda
Era ya después de la medianoche cuando el gran Rabí de la ciudad tuvo que ir a buscar un libro al Bet Hamidrash, la Casa de estudios. Al salir de su casa, vio a lo lejos una luz. Era la única luz que a esa hora de la noche estaba encendida en el pueblo. Preocupado, se acercó a la casa de donde ésta provenía, y vio a Moshé, el zapatero, que estaba trabajando.
“¡Moshé, ¿por qué estás trabajando a tan altas horas de la noche?!”, le preguntó el Rabino.
Respetuosamente, el zapatero le contestó: “Yo siempre digo: Todo el tiempo que la vela arda, tengo tiempo de arreglar zapatos”.
Camino al Bet Hamidrash, el Rabí se quedó meditando sobre lo que le respondió el zapatero… ¿Qué podía aprender de aquellas palabras?
De repente comprendió:
¡La vela del hombre es su neshaná, su alma!, como dice el versículo: Ner HaShem nishmat adam, “La vela de Dios es el alma de la persona” (Mishlé 20:27).
“¡Todo el tiempo que la vela del hombre tiene luz, hay tiempo para reparar los pecados y hacer teshuvá (arrepentirse)!”