¡Y así pasó en “Jélem”!
Había una ciudad llamada “Jélem”, donde incluso los sabios eran absolutamente torpes y necios…
Cuenta la historia, que una noche de invierno cayó una nevada tan limpia y suave, que cuando los ancianos de la ciudad se levantaron temprano por la mañana, se sintieron sobrecogidos por la belleza prístina de aquel blanco paisaje.
Pero entonces recordaron que el shamash (asistente del Rabino) solía ir de casa en casa golpeando a las puertas y despertando a las personas para que asistieran al servicio matutino. Con sus pies grandes y torpes, el shamash pisotearía y arruinaría toda la hermosa y encantadora nieve del camino… “¡Eso no debía suceder!”, pensaron.
Los sabios de Jélem convocaron una sesión de emergencia, y tras largas deliberaciones llegaron a una solución (que se asemeja y casi iguala en su eficiencia a una moderna burocracia gubernamental):
¡Para impedir que el shamash pisoteara la hermosa nieve con sus enormes pies, cuatro hombres cargarían y llevarían al shamash de puerta en puerta!